Cerrar

La posición de la vieja Europa ante la crisis

Publicado por SusanaAP
lunes, 09 de enero de 2012 a las 09:57

El origen de la actual crisis económica mundial está en la necesidad de corregir los desequilibrios macroeconómicos generados desde mediados de los años noventa y agudizados desde 2002. El proceso de globalización económica ha conllevado procesos de deslocalización y relocalización de la actividad económica que han supuesto un aumento en las transacciones comerciales entre los países desarrollados y los emergentes y, de forma simultánea, un cambio en la naturaleza de las mismas. El resultado ha sido unos desequilibrios por cuenta corriente crecientes y persistentes en el tiempo. Lógicamente, estos desequilbrios reales han conllevado un cambio estructural en los recursos financieros mundiales. El crecimiento de economías emergentes como China, Rusia o India (los llamados BRICs) ha generado recursos financieros difíciles de invertir en sus propios países de origen, pues para que una inversión tenga éxito no sólo se necesita capital sino que también es necesaria tecnología adecuada, un entorno institucional favorable y capacidad de gestión empresarial, activos todos ellos escasos en los países en vías de desarrollo. Por tanto, estos recursos se han reciclado desde los países en desarrollo (con elevados superávit) hacia economías maduras (con déficit crecientes), en especial hacia los Estados Unidos.

Los fondos soberanos de los países en desarrollo y los inversores institucionales de forma más general, buscando una mayor rentabilidad al mismo tiempo que diversificaban sus carteras en activos internacionales, han ido concentrando sus inversiones financieras en los Estados Unidos. Ello aumentaba la vulnerabilidad externa de dicho país, bien por efectos secundarios (second round) derivados de los cambios de valor (repricing) de estos activos financieros o bien por posibles ajustes bruscos (sudden stops) ante desequilibrios externos persistentes que terminasen por provocar una ruptura del crédito (credit crunch) a nivel internacional. Esto fue precisamente lo que ocurrió en 2007 cuando se produjo un aumento de la tasa de morosidad en el crédito hipotecario subprime. Ante esta situación se produjeron tres efectos: a) un aumento de la prima de riesgo, b) una reducción del capital bancario al asumir las pérdidas o, al menos, el aumento de riesgo de los activos bancarios y c) un aumento de la incertidumbre y una reducción de la liquidez. Bien por combinación de todas estas vías o por sus efectos individuales, el resultado fue un endurecimiento de las condiciones en la concesión de créditos y una caída de la oferta crediticia. De esta forma, al desinflarse la burbuja inmobiliaria americana, se inicia la crisis financiera actual que pasa desde un problema inicial de liquidez a otro de solvencia y, finalmente, a una crisis de confianza cuyo máximo exponente fue la quiebra de Lehman Brothers y la congelación de los préstamos interbancarios.

Si bien esta crisis financiera internacional es el detonante de los actuales problemas en Europa, nosotros tenemos características propias que la complican en mayor medida. Desde 1999 formamos una unión monetaria y ello implica la ausencia del tipo de cambio como instrumento de ajuste ante desequilibrios exteriores. Aunque la Unión Europea como bloque comercial es un área equilibrada frente al resto del mundo, existen importantes desajustes en su interior entre los países con superávit del norte de Europa y los países que presentan déficit. Con la Unión Monetaria Europea y, por tanto, con un mercado financiero más amplio y profundo, resultaba lógico que los países con menor stock de capital (y mayor productividad marginal del mismo) buscasen adelantar en el tiempo sus decisiones de inversión (y muchas veces de consumo). Esta situación se sabía que no era importante siempre que fuese temporal y condujese a un proceso de convergencia entre los países integrados. En cualquier caso, se esperaba que el posible ajuste, en caso de darse, fuese suave. El único peligro era que pudiese darse un cambio abrupto en las facilidades crediticias por una variación también radical en las expectativas de los agentes. Esto es precisamente lo que ocurrió en 2007, dando lugar a que la economía de la zona euro entrase en recesión en 2008, “la recesión más profunda desde la creación de la UE” en palabras de la propia Comisión Europea. A partir de aquí, en buena parte por el uso flexible de los estabilizadores automáticos, por la necesidad de evitar el colapso del sector financiero en algunos países o, simplemente, por el uso discrecional de la política fiscal, los desequilibrios reales y financieros entre los países europeos se han ido transformando en una crisis de deuda que amenaza con colapsar el futuro de la eurozona.

¿Qué medidas se han tomado en la Unión Monetaria para resolver la crisis de deuda? Hay que decir que la configuración institucional no estaba preparada para estos problemas. Se planteaban políticas preventivas para no llegar a tal situación. Por una parte, políticas estructurales que facilitasen el ajuste de los mercados en caso de perturbaciones asimétricas (por ej. restricciones crediticias que afecten a un grupo de países). Sin embargo, la Estrategia de Lisboa que incluía estas medidas no se cumplió, aplazándose hacia la nueva Estrategia 2020. En segundo lugar, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que debía evitar déficit excesivos tampoco se cumplió. Por último, la cláusula de no aval, que debía ser un cortafuegos que evitase el contagio entre países con problemas de deuda tampoco se cumplió. De hecho, desde el estallido de la crisis griega, los países de la UE y, especialmente, los de la eurozona, han ido improvisando medidas, en muchos casos erróneas e incapaces de reestablecer la confianza de los mercados.

Sin duda, la solución pasa por retomar un programa reformista que recoja las iniciativas de la malograda Estrategia de Lisboa, así como un nuevo Pacto de Estabilidad. Estos elementos deberían constituir una base para otras iniciativas más ambiciosas que permitan la emisión de deuda avalada por el conjunto de los Estados de la eurozona y también con compromisos del Banco Central Europeo para actuar como prestamista de última instancia y evitar movimientos desesabilizadores en los mercados de deuda pública.

Cecilio Tamarit

Catedrático de Estructura Económica. Universidad de Valencia

8.973 visitas

Utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecerte toda la funcionalidad y una mejor experiencia, obtener estadísticas de tráfico, analizar el uso de la web y mejorar nuestros servicios.
Tienes disponible aquí nuestra política de cookies.
Puedes aceptar todas nuestras cookies pulsando el botón 'ACEPTAR' o configurar aquí tus preferencias.

Estrictamente necesarias +

Estas cookies son necesarias ya que permiten que el sitio web funcione correctamente, no se pueden desactivar.

Estadísticas +

Son las cookies que utilizamos exclusivamente con fines estadísticos para poder analizar cómo los usuasrios hacen uso de la web. Recopila información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares. Activar estas cookies nos permite seguir mejorando.

Funcionales +

Estas cookies son necesarias para el intercambio y presentación de contenidos de plataformas externas como youtube o de redes sociales como facebook, twitter o linkedin.

Marketing y publicidad +

Estas se utilizan para crear perfiles de usuario y analizar la efectividad de campañas publicitarias o para rastrear al usuario en un sitio web o en varios sitios web con fines de marketing similares..

GUARDAR AJUSTESACEPTO